Edward Hopper, entre el existencialismo y el marxismo

Apunte caprichoso sobre un pintor americano, muy americano, Edward Hopper


Resulta interesante observar cómo Edward Hopper reproduce siempre un cuadro de espejos: el pintor que mira al hombre o la mujer que miran un paisaje que se imagina repleto de hombres y mujeres que miran y que vuelven a mirarnos a nosotros, que estamos en algún lugar de ese paisaje y, por lo tanto, miramos y somos mirados, rompiéndose la ilusión de que estamos fuera del cuadro. Ese choque entre el afuera (el afuera nuestro en relación al cuadro, el del pintor que lo pinta desde afuera y los personajes que aparecen fuera de ese paisaje que miran) gesta un interior poderoso: ese exterior es nuestra conciencia en el mundo, una conciencia existencialista (estoy solo rodeado de otros que, porque son otros, me condenan a la soledad) pero que se puede leer también en clave marxista (esa soledad es la ruptura de toda otra relación humana que no sea la mercantil). Un tipo brillante en su aparente superficialidad.

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